29 septiembre 2011

sicut in speculo...

Quién fuera Atreyu, el valiente guerrero, que tras la tercera esfinge encontró tan solo a Bastian, su creador.

25 septiembre 2011

Valerio de las Alamedas (Intentio, De Tri. XI, 2, 2)

Valerio está al frente del timón.


***********
Los mecanismos del sueño son misteriosos y están fuera del control de cualquiera de los implicados en el golpe de estado; es decir, Valerio, Julio y el hombrecillo estaban a expensas de la hora en que Camila se fuera a dormir. Pero según lo pactado, en cuanto Camila concilió el sueño, todos se dieron cita en el lugar acordado.

Pero... ¿cómo demonios representarnos esa escena? Habían quedado de verse en Chapultepec a las seis de la tarde, junto a lago... así se llamaba aquel paisaje.

Valerio no entiende tampoco qué pasa ahí. Nadie... salvo el hombrecillo y Julio. Pero si ni Julio ni el hombrecillo parecen ser alguien, Valerio está solo ahí: nadie entiende nada porque, salvo él, no hay nadie.

A estas alturas Valerio le ha perdido totalmente la confianza a todos. Primero el hombrecillo que resultó ser la representación de algo impersonal: la cordura de Camila. Pero ¿y Julio? ¿Por qué Julio sabía siempre tanto, tanto sobre lo que ocurría ahí adentro? ¿Por qué Julio amenazó al hombrecillo y lo venció?
Al principio Valerio temió que su plan de tomar por asalto el hegemonikón de Camila causara conflictos entre él y su mejor amigo. ¿Qué razones tendría Julio para permitir que quien se liberara fuera Valerio?
Entre más pensaba y pensaba, la situación parecía más desoladora: Si Valerio se hacía del control del mando de Camila, encarnaría en ella. Es decir: tendría cuerpo de mujer, no de Valerio. Y ¿Leonor? ¿existía realmente Leonor en el mundo real? Lo único que añoraba Valerio era volver a su vida antes de este espantoso despertar. Pero ¿cómo lo lograría si lo único que había quedado claro es que su vida era una ficción en la mente de Camila? Hasta ahora, lo único que no habían conseguido era encontrar a Leonor... pero no, las cosas no eran tan fáciles: ni siquiera habían encontrado a algún otro personaje: su madre, su hermana, ¡el gato!... sólo Julio y él... sólo Julio...

Pero de pronto Valerio descubrió que Julio no era 'otro personaje' como él. Después del incidente con el hombrecillo, Julio tomó el mando de todo. Comenzó a darle órdenes ¡también a él! No aceptaba preguntas. Dirigía todo aquello. De pronto lo desconoció: ése no era Julio. Y de pronto se dio cuenta de que ningún pensamiento íntimo tenía Valerio: Julio conocía todos y cada uno de sus pensamientos...

–¡Valerio! ¡Por Dios! ¡Creí que a estas alturas ya te habrías dado cuenta de que no tienes algo así como un interior propio... ¡Todo tú está en las redes del Palacio y yo tengo acceso a ellas! Y me extraña que no comprendas qué está pasando aquí. Valerio: el único que está limitado a sus propios pensamientos eres tú. Y sólo por esa situación yo que tú me ponía a obedecerme. También estás en mis manos, como todos aquí.

El golpe de estado estaba dado. Pero no... no por él mismo. Se le hizo un nudo en la garganta y guardó silencio. Temió pensar.

********

Sí, él está montado sobre el hegemonikón de Camila. Pero él no tiene ningún control. Valerio va con los dientes apretados caminando hacia el aula del Palacio de la Memoria donde se halla el hegemonikón. Más que dirigirse al trono que soñaba parece que va hacia la sala de ejecución. Tras suyo va el hombrecillo, evidentemente amenazado por Julio.

Valerio aprieta los dientes ¿cómo fue que su mayor anhelo le provoca tantísima angustia?

*******

Si el hombrecillo es Cordura, la cordura de Camila, Julio parece ser su contrario. Valerio va atando cabos mientras se dirigen hacia el Aula tan soñada. Julio no es "Julio", su amigo de la historia, de la novela. Valerio comienza a comprender: parece como si el 'alma' (¿el alma? ¡maldito Aristóteles!) parece como si el alma de Camila estuviera compuesta por una especie de fuerzas, de energías de... de... no. No de pequeños hombrecitos que deambulan en su interior, sino algo así como fuerzas cósmicas... bueno, total: ella es un microcosmos... Y una de ellas es la cordura y otra...
Valerio pasa saliva. Están frente al Aula. Dentro no hay nadie ni nada. Es un cubículo oscuro. Es entonces cuando cae en cuenta que así es su cubículo. Es un no-lugar. Cuando sale de ahí se reviste de esa especie de cuerpo y miembros y huesos... pero allá adentro en realidad no hay nada. Pues así es el aula del Hegemonikón. En cuanto Valerio entre perderá la piel apiñonada, el cabello rizado, la ropa, los ojos, los dientes... Y en cuanto entre perderá el salvoconducto que le permite vagar por los Palacios durante el sueño de Camila, pues ahora no será el sueño de ella sino el de él. Nunca volverá a ver a Julio... ¿no?

Si Camila es una serie de fuerzas 'microcósmicas' (pongámosle algún nombre), y una de ellas es Cordura, y se reviste de un hombrecillo... ¿no será acaso que aquél no es sino el disfraz de Julio? ¿que el Julio consciente no existe y es sólo una ficción? ¿que la materia real que se informa de "Julio" es... Locura?

Valerio voltea y trata de mirar la cara de Julio antes de entrar en el Aula. De pronto comprende que ha estado absolutamente solo ahí adentro. Que ESO no es Julio. Pero ¡es su cara! ¡su sonrisa! ¡sus ojos verdes! Quiere voltear, correr a abrazarlo y cerrar los ojos. Quizás al abrirlos estén de nuevo en el mundo "real" donde Leonor lo espera cual Penélope, y tiene un gato y se puede vivir tomando café con azúcar...

Valerio mira hacia atrás. Se encuentra una mirada fría, de granito (¿de malaquita?) y se le hace un nudo en la garganta. Algo en esa dura máscara de pronto se suaviza. ¡Se parece tanto a Julio! es como si el numen aquél se conmoviera de Valerio, del rapto de lucidez que lo acongoja y decide devolverle un poco de lo único que ha amado todo este tiempo: la imagen de Julio, su mejor amigo. La máscara sonríe y le dice: ¡Vamos Valerio! ¡Si el que más gana con todo esto eres tú! Si yo pudiera subirme y tomar el timón de las cosas lo haría... ¡sería tan grato saber qué se siente tomar agua! ¡tocar lo suave! ¡oler las rosas! ¡sentir antojo cuando el olor de la comida de otro departamento llega a mi ventana! ¡Vamos Valerio! ¡Eres afortunado!

******

La 'noche' anterior se llevó a cabo la "mudanza". Sólo Julio y el hombrecillo parecían entender de qué se trataba eso. Por un momento Valerio creyó que entrarían a Aulas llenas de objetos y tendrían que pasarlos de un lado para otro. Pero no, no. En realidad todo era un enorme cuarto lleno de cables, como aquellos pizarrones de telefonista, donde un montón de cables estaba interconectado de un lado a otro. Lo único que hicieron el hombrecillo y Julio fue cambiar de un lado a otro unos cables y otros. Todos eran del mismo color pero Julio parecía saber perfectamente cuáles mover, e incluso dos o tres veces atrapó al hombrecillo tratando de engañarlo:

–¡No! ¡Ése va acá! ¿me estás tratando de ver la cara?

Valerio rió para ¿sus adentros? y se mordió los labios pensando en lo espantosas que resultaban, por ahora, esas metáforas.

********
Las instrucciones de Locura y Cordura fueron muy precisas. Con los cables así cambiados, ahora habría que crear el personaje de Camila y "sacarla" del Aula del Hegemonikón. Pero Camila, como no era un personaje per se, necesitaba de un "cuerpo".

Era obvio que Camila se representaba a sí misma. Es decir: tenía una idea de cómo lucía en el mundo exterior. Se reconocía en fotografías y videos. Claro, pronto descubrieron que eso no era tan cierto: ella siempre parecía experimentar una tremenda sorpresa al "verse" y siempre expresaba ¿pero esa soy yo? ¿así suena mi voz? ¿así de gorda me veo? ¡pero qué despeinada estoy!... cosas así.

La única imagen segura de sí que tenía Camila era la que le devolvía el espejo. Y efectivamete: ese fue el único disfraz que encontraron en todo el Palacio de la Memoria... una imagen invertida. Pues ni modo. Para colmo era una imagen borrosa, incompleta por todos lados, cambiante, inconsistente... ¿qué clase de disfraz podría ser éste para crear un personaje! Los personajes están fijos, tienen límites, pero ¿esto? Había que confeccionar uno usando el del espejo de base. No, no de modelo, sino de base.

Y así lo hicieron...

Y así lo hicieron Julio y el hombrecillo. O mejor dicho, Cordura y Locura. Valerio estaba sentadito mirándolos coser y coser. Pronto comprendió que toda la "realidad" y la materia y los cuerpos que estaban dentro del Palacio debían ser "metáforas"... ¿Coser un personaje? ¿qué todo eso no era sino un montón de circuitos y cables conectados? ¿redes, como había dicho Cordura? Por primera vez Valerio tuvo realmente ganas de saber qué se sentía tener un cuerpo real... o de menos, sensaciones reales.

*****

Valerio no se atreve a entrar al Aula del Hegemonikón. Una vez que lo haga, perderá este cuerpo que lo ha acompañado desde que tiene memoria...

memoria...

Valerio tiene pánico. Quizás él y Camila son lo mismo, y Locura simplemente está disfrazando a Camila de Valerio para que los encierren en el Fray Bernardino. Quizás todo esto es un sueño de Camila, y la maldita Locura trata de hacer que ande dormida cuando esté despierta, que se crea este sueño, que...

memoria...

Valerio tiene una cosa. Atención. Es decir: puede recordar cosas, puede pensar en cosas, puede ver cosas: puede ver los ojos verdes en los que depositó toda su confianza y ahora son unos totales desconocidos. Puede recordar la carita de Leonor al verlo llegar a México. Puede recordar la voz de su mamá por teléfono, y la impresión que le causó Lisboa. Puede recordar ese maldito momento en que "despertó" porque pudo calcular el año en que "vivía" al darse cuenta de que "todavía no había vuelos comerciales entre América y Europa".

Valerio tenía atención. Valerio "veía" dentro de todo aquél Palacio de la Memoria. Valerio veía sus manos, sus ropas, su imagen. Valerio era eso: el "poder ver". Si ese poder ver era exactamente lo mismo que el "poder ver" de Camila, entonces ambos eran uno y el mismo. Si eran dos "poder ver" distintos ¡Camila estaba poseída por Valerio!

Comenzó a carcajearse hasta que vio a una pobre mujer, atada de manos y con los ojos vendados, que era conducida por Cordura y Locura hacia un cubículo... ¡¡Era ese espantoso disfraz que habían estado construyendo Julio y el hombrecillo!! ¡¡Y ella se retorcía, lloraba, estaba absolutamente confundida!!

¡¡No mires Valerio!! ¡¡No preguntes!! –gritó Julio

"No preguntes"

¡¡Maldita sea!! ¿Cuántas veces Julio le gritó "¡no preguntes!"? ¡¡Debió haberlo sospechado todo desde el principio!! ¡¡Por eso Julio siempre parecía saber más que todos!! ¡¡maldita sea!!

Y ahí iba Camila... o el "poder ver" destronado. Y este nuevo "poder ver", antes un personaje, entró en el Aula del Hegemonikón, donde se hallaba un timón (simbólico seguramente también, pensó Valerio) que, en cuanto fuera tocado por las todavía visibles manos de Valerio, haría que la Autora, ya no Camila, despertara, y haría que Valerio quedara expulsado para siempre de los pasajes interiores, pasillos, salones, jardines, y demás utilería de la imaginación de Camila.

**********

Valerio tocó el timón.

Valerio despertó.

24 septiembre 2011

Homeopatía y Psicoanálisis

Yo de psicoanálisis sé tan poquito como de homeopatía. O de hecho menos. Pero yo le confiaba mis gripas a la homeopatía y le confiaba mis neuras a los psicoanalistas.
Después de ciertos acercamientos "teóricos" a la homeopatía, comprendí que los chochitos no sirven para nada, o al menos estoy persuadida de ello. Pero creo firmemente en la sana costumbre de prescindir lo más posible de los antibióticos, y en cómo deben fortalecerse las defensas. También en ver al paciente como un todo. Hasta ahí mi postura frente a la homeopatía. Así de folk y preteórica.

Y ¿qué opino del psicoanálisis?

Pues no sé. En general mi experiencia ha sido ambigua. Por un lado creo que es muy salutífero cuando se trata de solucionar problemas a nivel "racional". Es decir: reacomodar creencias y reconstruir los discursos propios. Incluso permite poner distancia entre uno y ciertos hábitos molestos. Funciona, digamos, como un discurso racional que incide en lo racional.
Pero ¿qué pasa con comportamientos que, lo que ponen en duda, es nuestra racionalidad?

¿La depresión, los desórdenes del sueño, los malos hábitos y la adicciones, los problemas de atención?

Es ahí cuando creo que no funciona. O mejor dicho: que uno debe primero resolver aquellos problemas –donde lo que está dañada es la facultad racional– para luego hacerse cargo de los otros. Pero ¿cómo saber la diferencia?

¿La angustia proviene de un miedo 'inconsciente' o, mejor dicho en términos de Searle, un miedo al que no le ponemos atención, que proviene de una red complicada de creencias a la que no comprendemos bien a bien? ¿o proviene de un desequilibrio electroquímico porque tenemos neuronas defectuosas que reabsorben la serotonina?

Quizás la psiquiatría no sea la única solución. Pienso, por ejemplo, un día en que una depresión tenaz se me manifestaba. No estaba triste sino que no tenía ganas más que de dormir. Entonces alguien subió un video del programa The Big Bang Theory. Y lo vi y me dio tanta, pero tantísima risa, que la depresión remitió y pude trabajar al hilo varias horas.
¿Hay ahí un componente racional?

Quizás hacer ejercicio, o cambiar los hábitos funcione mejor que un psicoanalista que te advierte de que probablemente tus amores platónicos son casados porque, en el fondo, le tenías celos a tu mamá.

Bueno, ok, son cosas diferentes. Pero la depresión es contra lo que hay que luchar. Pero insisto: quizás no sea necesario tomar Epicureín ni Eudaimonina. Quizás baste con ciertos hábitos irracionales pero efectivos –si Aristóteles, en eso, justo en eso, es en lo que no se equivocó.

Pero, ya para terminar, ¿a qué venía el comentario del complejo de Electra?

¡Se me hizo tan sacado de los pelos cuando lo dijo!

Digo, estoy de acuerdo que ese tipo de cosas son las que operan a "nivel racional", es decir, son aquello que configura la red de creencias. Pero la solución, a demás de inverosímil, me pareció absolutamente simplista. Seguro hay una razón detrás del arquetipo de hombre del que me enamoro platónicamente (y del por qué me enamoro platónicamente de ellos). Pero no creo que tenga que ver con algo tan... ¿cómo decirlo? tan extraño como suponer que los chochos homeopáticos guardan las propiedades de una molécula que no tienen.

No sé.

Por ahora lo que hay que resolver es la depresión. Y si para eso hace falta llorar viendo películas tristísimas o reírse viendo capítulos tontos de The Big Bang Theory, pues hagamos eso, que quizás en ese oscuro texto de la Poética (tan oscuro como el De anima), Aristóteles, gran observador, no se equivocó.

Busquemos la catarsis, pues, en la puesta en escena en Youtube...

Acá el link porque no se deja insertar el video:

23 septiembre 2011

Azucarera




Hay cosas de mi casa
tan cotidianas
que ya no huelen a tí.

Como la azucarera
que regalárame mi ex suegra.
Pequeñita,Ω≤zcomo se la pedí.

Dos cucharadas para el te, y recuerdo entonces...

Vivía en una casa minúscula en una vecindad llamada la Requena.
Vivía ahí, sola por primera vez, tenía 25 años
y una gata de comportamiento desordenado.

Entonces en mi casa todo debía ser pequeñísimo para caber.
Y se me ocurrió, no sé por qué, que una azucarera grande
me expulsaría de mi minúscula casa
de muñeca

y gata.
****

Después de que te fuiste
barrí toda partícula tuya.


Juguetes, fotos, regalos
(y hasta una tarjeta en tinta verde
del último regalo de cumpleaños).

Todo pasó del piso
al recogedor
del bote
al camión de la basura

(y fue separada debidamente
entre basura cotidiana
y residuo de exorcismo)


Barrí todo,
todo,
papeles
fotografías
dibujos,
recuerdos...

y hasta el espejo
(regalo de la suegra)
yace de en el suelo de cabeza
esperando que tus huellas
caigan por gravedad
y pueda barrerlas
al fin.

Como si tu existencia fuera levadura
te saqué para el Purím.

La disposición de todos los muebles
fue alterada
para que no quedara ni tu huella,
(impresa en la jorá de mi casa)
ni tu nada.
******

Y fue hasta hoy que me di cuenta
mucho después de la limpieza
que la azucarera sigue aquí.

Y me di cuenta que jamás me desharía de ella.
Por su minúscula forma
y la tapa medio rota
y porque es panzona
y hace que la azúcar sepa
a barniz


Ella es
como una cicatriz,
rayita blanca
sobre la piel morena.

Y la veo ahí.
Y olvido cómo me la hice...

...y me sirvo azúcar,
como si nada.

20 septiembre 2011

Si Tacuisses...


1.- Voy a comenzar a leer a Boecio en latín. A ratitos. Chiquitos. Total: algún día tendré que presentar los extras de latín (no, no en esta ronda) y es significa latín clásico. Además ¿qué clase de medievalista sería yo si no leyera al maravilloso Boecio en latín?

2.- Y esto viene a cuento del Tacuisses. No viene al caso el por qué me aprendí la frase (y toda la paranóia que traigo al respecto). Pero el asunto es que hoy callé. Y cuando mis amigos me urgieron una respuesta de por qué no opiné ni traduje ni discutí, les contesté: pues estamos leyendo sobre cómo el que niega el ppo. de no contradicción simplemente no puede razonar. Y asumí, por mor del argumento, la apuesta. Y le di razón a Aristóteles: callé. Pero en realidad callé porque, como dice el dicho, es mejor callar y parecer tonto que hablar y demostrarlo.

3.- Hoy la linda de linda e inteligente de inteligente Federica me escuchó todo el rollo de la tesis. Fue entonces que pude plantearle todo. Creo que al fin tenemos capítulo...

4.- Defiéndase de su higoanalista. Es decir: usted le dice que tiene un problema para cumplir compromisos. Él te dice que es quizás porque no te haces cargo de tí misma. Tú le dices que siempre te sientes culpable, como con el cigarro, como el alcohólico por no beber. Que te sientes impotente. Entonces tú, pequeño higuito, piensas que pagarle más de lo que ganas es quizás no hacerte cargo de tí misma. Que quizás hacerte cargo de tí misma es ir a Higuitos Anónimos, que es gratuito. Porque, finalmente y algo en lo que el higoanalista no se equivoca, es que acabaste con él porque te rompiste y dejaste que todos tus pedacitos los recogieran mamá y papá. Te quebraste higuito, te quebraste. Pero ya estás más recompuesto higuito.

Y ¿recuerdas, higuito? ¿cuando cambiaste de asesor? Entonces veías al Demiurgo como el ordenador y proveedor de todas las cosas. Y lo llegaste llegar esa mañana –del mismo día en que decidiste irte con el Lobo– y lo viste como un enorme árbol cuya frondosidad te protegía. Pero ya lo habías decidido: aunque todo fuera más difícil, aunque todo se veía más oscuro. Pero sabías entonces, higuito, que primero es lo primero, y que lo primero era dedicarle toda la vida a aquello que arrebataba pasiones nouménicas. Y le dijiste al Demiurgo que te irías (también lo hiciste en el orden que consideraste correcto: primero hablaste con el Demiurgo). Y después, esa misma tarde, le mandaste un correo al Lobito preguntándole en tono muy hipotético si te dirigiría la tesis... y luego resultó que tu Lobito también te ha procurado, a su manera. Y en octubre estarás albertiando frente a los gringos. No Higuito, no. No erse un cobarde. No esperas que te lo resuelvan todo. Sólo que te quebraste en Enero. Pero ya, ya están soldando tus piezas. Paciencia Higuito. Y defiéndete de tu higoanalista.

5.- Sea paciente con su higoanalista.
Fuiste a ver a tu abuelita. Todo comenzó cuando tu tío, el que se hacía cargo de ella, enfermó. Tu otro tío se quedó sin carro y, de pronto, nadie podía ir a acomodarle en las cajitas sus medicinas. Entonces tú te preocupaste pero pensaste "no es mi rollo". La relación con tu abuelita siempre ha sido tensa. O comenzó a serlo en tu adolescencia. Pero entonces tu primo, entre asustado por lo que le ocurría a su padre, y con un gran sentimiento de impotencia por no poder resolver la situación dijo que si tu papá y tu otro tío no se hacían cargo de ella, la meterían a un asilo.
Tú, al principio te indignaste. Ya estabas harta de ver cómo la gente saca a rastras a los ancianitos de sus casas para quitarse de preocupaciones (y, en este caso, además aprovechar la casa).
Luego comprendiste que tu primo tenía razón: era la única manera en que él podía resolver la situación. Valoraste las cosas: no se te exigía sino un domingo a la semana. Fue curioso. Tu papá se ofreció a correr con los gastos (ultimadamente en este momento él te mantiene, así que era una especie de "servicio" a la comunidad). Pero entonces tu mamá, la ex-nuera de abuelita, te prestó carro y te dotó con 500 pesos para gasolina y comidas. Y tu amigo Paco se ofreció a acompañarte por primera vez.
Íbamos muertos de miedo. Mi tía, la nuera que pasaba por un momento de gran angustia al ver enfermo a su marido, habló cosas horribles de la abuelita. Y de veras temimos encontrarnos a una viejita resentida y horrorosa.

Pero no.

Mis dos abuelitas son mujeres extraordinarias y especiales. Y ella no nos defraudó. No se quejaba en tono lamentoso. No. A pesar de sus limitaciones trató de ofrecernos casa y ambiente agradable. A pesar de que le falla la memoria y no recuerda que nos acaba de contar hace cinco minutos lo que ahora repite, son historias divertidas contadas con el ánimo de alegrarnos. Y poco a poco Paco se fue encariñando con ella. Y ella con él. Y los domingos se han vuelto nuestros domingos de abueliar.

Y tú ee encontraste a la abuelita de mi infancia. La que se desvive por hacernos su casa divertidísima, contarnos chistes, ofrecernos café. Y todo ha ido alegrándose y volviéndose feliz.

Tu tío ya está bien. Tu tía te pregunta si vas a seguir yendo, porque ellos ya pueden hacerse cargo de nuevo. Tú insiste en seguir yendo: nadie se había preocupado por su salud, y al fin tu papá aceptó pagar un especialista y no obligarlos a todos a formarse en las filas del IMSS. Además ya le están arreglando sus papeles (*aquí me ahorro un comentario de mi tía por el cual ya jamás la podré volver a ver como antes*), y su casa. Para que ella la disfrute muchos años todavía.

Este domingo (Todo esto viene a cuento por lo de este domingo) abuelita te dijo que estaba orgullosa de ti por seguir esforzándote en tus estudios.

Y entonces tu te das cuenta de que ese reconocimiento, por alguna razón, te ha calado más que todo y todos. Y decides ponerte a redactar, al fin, el capítulo de Aristóteles.

*lagrimita*

6.-

Spiritus

רוח

πνέυμα

Así te llamas hoy, quizás mañana te llame simplemente amigo :-)

17 septiembre 2011

Valerio de las Alamedas (Golpe de Estado)

Valerio tenía una muy buena razón para apoderarse del hegemonikón de la autora: tenía que leer a Pessoa. Ella parecía estar muy concentrada en asuntos que no parecían involucrar el aprender portugués ni leer completo El Libro del Desasosiego.
La otra razón era buscar a Leonor.
Sin embargo, antes de tomar la decisión definitiva, Valerio tenía que asegurarse de una cosa: no perder su identidad qua Valerio al momento de hacerse del hegemonikón. De eso lo había advertido Julio. Y es que el joven sacerdote lo previno:

-¿Qué tal si la 'autora' no es nadie? es decir ¿qué tal si no es siquiera un personaje? Su 'identidad' es decir, eso que la hace ser 'ella', es un cúmulo selecto de memorias que, por alguna razón, están bien diferenciadas de las otras que no son 'ella'?

-¿Y eso qué querría decir?

-Que si tomas el control de ella, automáticamente ese conjunto de memorias se volverían tu identidad. Serías "tú" el que gobierna todo esto, pero sería con su personalidad, sus memorias, su... pues... ella. No habrías ganado nada. Quizás mirar por sus ojos nada más. Digo, eso ya sería una gran ventaja, pero ¿no te olvidarías de ti mismo?

El problema planteado por Julio era grave. Es más, pensó Valerio, ¿qué tal si en realidad tú y yo y todos los que estamos aquí no somos sino ella soñando? ¡Debí tomar aquél curso de filosofía hindú!... El problema no era poca cosa... ¿y si esos "ojos" que contemplan el mundo exterior son los mismos que son a la vez Valerio y Julio y... y si sólo es una sola conciencia todo, pero se halla esa misma conciencia disociada? ¿Y cómo saberlo?

-Tenemos que lograr extraerle información al "hombrecillo", a tu secretario –dijo Julio– Después del incidente con todas tus similitudines, me quedó muy claro que él es una especie de operador de la 'autora'. Es él el que quiere mover todos los hilos aquí adentro.

Valerio llamó a su secretario. El hombrecillo apareció, pero sin cara de buenos amigos. Era evidente que estaba advertido de las intenciones de Valerio. No dijo nada, sólo se le quedó mirando. El hombrecillo se revolvía, iba de allá para acá esperando que Valerio abriera la boca, pero no. Finalmente le espetó:

–¡Está bien! ¿qué quieres saber?

Valerio continuó en silencio. Fue cuando se dio cuenta de que el único poder que tenía sobre el hombrecillo era ese: al llamarlo, vendría. Si no lo despedía, no se iría. Si tenía la suficiente paciencia...

–¡Está bien! ¡no puedo decirte qué soy! ¡pero puedo cooperar contigo!

Valerio guardó silencio.

–¡Basta! ¡Qué quieres saber! Está bien, está bien... si quieres hacerte de poder aquí adentro, tienes primero que vaciar algunas –me oyes ALGUNAS– memorias, no todas. Te diré cuales son.

–No quiero vaciar absolutamente nada. Quiero que las mías estén en ese lugar.

–Es que están ahí también tus memorias. Es que no entiendes cómo funciona esto. Tienes que cambiar algunas de lugar, sólo algunas. Hay un lugar muy específico donde se guardan aquellas que la hacen ser 'ella'. Son demasiadas y jamás terminarías la mudanza.

–¡Por eso! ¡Sólo quiero que las mías también estén ahí!

–¡No! ¡No es tan fácil! ¡Entiende! Lo que la hace ser ella es una cantidad insoportable de información. Lo que te hace ser tú es tan sólo... ¡es menos del 1% de toda la información del Palacio. ¡El Palacio entero es su memoria! Y si quitaras todas sus memorias del Aula de la Realidad, simplemente no podrías actuar en el mundo...

–¡Te digo que no quiero sacar nada de ahí! ¡Sólo poner las mías!

–¡Es que no se puede! Entiende...

El hombrecillo, por primera vez, sacó un cigarro. Lo prendió y le ofreció uno a Valerio. Ambos se sentaron en una banqueta ¿En qué sueño o recuerdo se encontrarían? Valerio no prestó atención... de pronto se dio cuenta de que poseía algo "atención". No: él no podía reducirse a una alucinación de la Autora... de Camila...

–¡Yo, por ejemplo, no quiero "olvidar" que la Autora se llama Camila!. Al contrario: quiero saber todo lo que ella sabe, pero sin olvidar que quien ahora gobierna soy yo.

El hombrecillo suspiró. Lo volteó a ver haciendo acopio de paciencia.

–Trataré de explicarlo brevemente. No, no te voy a decir qué soy. Y no me vas a sacar toda la información que quieres. Si eso ocurriera, al hacerte del gobierno del Palacio de la Memoria, matarías a la Autora y a todos nosotros junto con ella. En fin... seré breve.

Dio una fumada y continuó.

–La geografía del Palacio es demasiado compleja. Todas las "memorias" están enlazadas por "asociaciones" (lo que descubriste muy pronto, estoy sorprendido). Sin esas asociaciones, cada "memoria" perdería su... su sustento, digamos, su sustancia. Ninguna es por sí misma, sino que requiere de las demás ¿ok? Pareciera ser que tu voluntad, la de Julio, y la de las poquísimas criaturas con 'autoconciencia' no poseen asociación alguna. Pero, digamos, tu "vestido", es decir, el llamarte Valerio, tus recuerdos, ser medio portugués... todo es tiene existencia y sentido por las asociaciones que hay aquí adentro.
Algo así pasa con la "identidad" de la Autora. Todo lo que la hace ser ella y funcionar en la realidad es una maraña de asociaciones. Una red perfectamente construida. No puedes superponer una red a otra, ni me queda claro si es posible modificar alguna parte sin descomponer todas las demás.
Para hacer lo que quieres, tienes que lograr cambiar de lugar la red que le permite actuar en el mundo con la red que te hace ser Valerio. Pero tu red está llena de agujeros. Por ejemplo ¿sabes tocar la guitarra?

–¿Y por qué tendría que saberlo?

–Porque la autora lo sabe. También sabe manejar un auto, comer... ¿has comido?

Valerio lo vio con cara de incredulidad ¡por supuesto que había comido! pero... bueno... ¿alguna vez había comido? Cuando se dio cuenta de que lo único que hacía en las novelas de la autora era tomar café (y el hecho de que dominaba el arte de ponerle azúcar) comenzó a mesarse los cabellos.

–Pero me estás preguntando por habilidades... y, disculpa, pero por alguna razón sé que unas son las habilidades y otras las memorias... incluso las memorias que tenemos sobre ellas.

El hombrecillo sonrió: Valerio no era estúpido. O mejor dicho: todo el conocimiento que tenía la Autora lo tenía Valerio, a pesar de que él no tenía idea a qué se dedicaba la Autora... ¿sería que la Autora tenía unas pequeñas conciencias dentro de sí, que querían darle golpe de estado, pero que en todo lo demás eran idénticas a ella?

–Lo que necesito– dijo Valerio, olvidando que ahora el hombrecillo era una especie de enemigo– es sustituir las memorias que tiene sobre quién es ella por las mías. Aunque las mías sean pobres. Y luego poner esas memorias suyas lo suficientemente cerca como para acceder a ellas cuando ya domine la realidad.

–¡Eso es fácil! –dijo Julio– ¡Tienes que crear un "personaje" llamado Camila... ¡ja! ¡Pero qué fácil es! ¡Sólo tienes que sustituir a Valerio por Camila!

–¡No entienden! ¡Si alguien grita en la calle "Camila" ella hará corto circuito! Porque está acostumbrada a voltear, seguro hay miles de asociaciones que pretenderán llegar a #nombre y que jamás hallarán #Camila.

–¡Eso no es cierto!– volvió a gritar Julio –Seguramente cuando alguien grite en la calle "Camila", no ocurrirá nada. Si gritan "Valerio" entonces voltearás, porque si Valerio y yo (¡y tú hombrecillo misterioso!) tenemos conciencia, y ésta es independiente de la de Camila, también poseemos una red interna. Dada nuestra naturaleza la red no está "adentro de nosotros" sino activa dentro de alguno de las Aulas del Palacio de la Memoria... Sólo hay que cambiarlas de lugar...

–¡Y cómo! ¡Cómo, bola de personajes de papel!

–Es que no somos de papel. Ya quisieras... no. Hemos sido creados y hemos obtenido un nuevo ser. Y eso es lo que te da horror, hombrecillo.

El hombrecillo, pálido, los contempló a los dos. Entonces Julio se acercó al hombrecillo y le tocó el hombro.

–Conozco tu nombre y por eso estás bajo nuestro poder. Conozco tu nombre y por eso tienes eterno salvoconducto con nosotros. Podemos destrozarte ahora mismo, y si con ello nos vamos al diablo Camila, Valerio y yo, es lo de menos: esta vida entre fantasmas no nos agrada y mejor sería tirar a Camila por la ventana o a las vías del metro. No nos importa su seguridad. A ti sí. Pero sabes que estás bajo nuestro poder, así que tendrás que obedecernos.

El hombrecillo palideció aún más y comenzó a sudar.

–Mañana, al momento en que termine la Vigilia, nos esperarás aquí con el mapa y todo lo necesario para iniciar la mudanza.

El hombrecillo desapareció. Valerio vio con sorpresa y mucha más desconfianza a Julio.

–¿Cómo se llama?

Cordura, Valerio, es la cordura de Camila. Teniéndolo bajo nuestro poder ya está dado prácticamente el golpe de estado.

14 septiembre 2011

Tratado de óptica anímica. Cap. 1: De la ruptura del espejo


Todo corazón es un espejo donde se refleja el cosmos. Un espejo cuyas propiedades ópticas permiten que la inmensidad se cuele en nuestro diminuto cuerpo. Así que cuando se nos rompe el corazón lo que se ha fracturado es el mundo. Es como si las columnas que sostienen la bóveda celeste hubieran fallado y entonces despertáramos un día con la novedad de que el piso está lleno de pedacería de estrellas, soles y planetas.




¿Acaso se vuelven a soldar los pedazos de universo, o simplemente uno se acostumbra a vivir entre los escombros?

Mil soledades


¿Y todos los que tenemos roto el corazón?
¿Quién? ¿quién nos entiende?

Parece entonces como si nos hubieran roto la realidad, como si un buen día hubiéramos descubierto que el mundo no era sino un espejo que se rompió de pronto. Y andamos entre pedacitos que reflejan todo oblicuo y distorsionado.

¿Cómo nos entendería alguien si nosotros mismos no entendemos este nuevo mundo? Roto.

¿Y nosotros? ¿si estábamos definidos dentro de ese mundo? ¿ahora qué imagen nos devuelve aquella pedacería estallada bajo nuestros pies?

Y sin embargo algo debe permanecer...




El corazón roto es un espejo roto.

13 septiembre 2011

Modrak: historia de la historia

Brevísimo Post.

Bueno. El asesor puso una notita a mi capítulo sobre los sentidos interiores en Alberto. Una notita que venía a cuento con las facultades "lingüísticas" permitidas a las bestias (digo, es un término más breve que el políticamente correcto "animales-no-humanos"): que en "eso" podía ayudar Ebert y Modrak.
Pues sí, sí. La mentada 'pistis' no tiene relación tanto con la proposición como con el silogismo. Y pues sí: lo que las bestezuelas no pueden hacer son silogismos. Pero si pudieran hacer proposiciones (o simi-proposiciones) pues ¿qué problema? ¡no hay 'pistis' ahí!. Eso es lo que he sacado en claro de ambos textos. Ahora bien, según el Aristónteles: ¿la negación es una operación permitdas a las bestias? Sobre ese tema Bermúdez y J. Morales tiene sendos artículos. ¿Lo permitiría Aristóteles? ¿dentro del ámbito del krinéin y de la phantasia es posible la negación? Ebert no dice que no. Sigo leyendo a Modrak para averiguar si eso tenía en mente el Asesor cuando me dio tal recomendación.

Sin embargo, lo más sustancioso que he sacado de la abejita Modrak (o sea, Deborah) es el recuento de la historia reciente sobre la interpretación de la percepción en Aristóteles. Resulta que el texto deborehsco es de 1987. Sí. Yo iba en segundo de primaria.
Lo primero que sorprende es el intento tremendo de hallar conexiones con la actual filosofía de la mente. La pregunta por excelencia ¿Aristóteles es funcionalista? Lo que más me sorprende es cómo algunas de las soluciones de Modrak son ¡las de Alberto!
Pero lo más interesante es que, quién comenzó su carrera aristotélico-perceptiva con el libro de Nussbaum, ese que trae el famoso draft de Burnyeat y la respuesta de Sorabji, es que el texto de la abejita parece, digamos "ingenuo". Y claro, parece ser que Modrak es justo el momento antes de que estalle la discusión ¿cómo debemos leer a Aristóteles en relación con la filosofía de la mente contemporánea?

Burnyeat dice que hay que tirar a la basura la filosofía de la mente aristotélica. Parece ser, según la reconstrucción que hace Caston de esa historia, que aquello fue producto de los primeros intentos por "funcionalizar" a Aristóteles. El inventor de aquello parece haber sido Putnam. Su secuaz, Sorabji. Pero luego el mismo Richard tuvo que reconsiderar su postura.

Para nuestra desgracia, queridos lectores, todavía no tengo todos los elementos de la historia. Los textos de Sorabji que he leído (y que no son los que cita Modrak) no me parecen defender el tal funcionalismo. Y eso me parece, hasta cierto punto, lógico: el funcionalismo depende de una definición de materia bastante diferente a la aristotélica. Tratar de relacionar el funcionalismo con el hilemorfismo aristotélico tiene demasiados bemoles justo por eso.

Ojalá pronto les pueda contar la historia completa. Y de nuevo ¿qué interesa eso a mi tesis sobre Alberto?

Bueno. Parece que la emoción con Aristóteles y el Funcionalismo derivó, progresivamente, en el interés en los autores medievales. Si ya el mismo san Hipólito decía que el De anima de Aristóteles era una obra oscura de la que nada en claro podía sacarse, es evidente que los esfuerzos exegéticos sobre el Estagirita trataron, mucho antes de Putnam, por encontrarle sentido "actual" (según cada época) a sus palabras.

Sorabji inicia la ingente tarea por comentar y traducir a los comentadores tardoantiguos del Estagirita. ¿No sera lógico buscar en aquellos llamados por Burnyeat "cristianos" el modo de resolver las cuestiones de la relación entre cuerpo (¡que no materia!) y alma? Es aquí donde Alberto se vuelve central. Alberto, Roger Bacon y todo aquél que trató de explicar la mecánica de la percepción. Y es que ahí no puede echarse mano del dualismo.

En su artículo "Intentionality from Aristotle to Brentano" Sorabji acusa la progresiva 'dematerialización' de la percepción sensible. Cuando llega a Avicena trata brevemente el tema de la intentio obviamente. De ese artículo hay dos cosas que me molestan. Una cómo trata a Avicena: lo único que no le interesa a Sorabji (y así lo dice) es estudiar las intentiones aquellas que nos han hecho rompernos la cabeza: la que permite que la oveja tema a lobo. Dice que Avicena es un regreso al materialismo, pues su teoría de la sensación no parece despegarse mucho de Aristóteles. Bueno, demos por buena esa lectura. ¿Qué pasa entonces con la teoría de la luz de Alhazen que hace a Avicena replantear varias veces el asunto de la naturaleza del objeto sensible? Lo otro molesto es que a Alberto –según recuerdo ahora– lo toma como un "dematerializador". ¡¿Pero cómo si Alberto suscribe la teoría óptica de Avicena?!

Esa es mi incomodidad. Averiguar si la lectura de Sorabji es justa con Avicena y Alberto será un buen objetivo de la tesis. Pero los tiempos se están agotando... y me temo que, quizás, ello tenga que esperar al doctorado. Ojalá no.

Por eso mismo me despido: hoy hay que darle finiquito a Modrak.

11 septiembre 2011

Filosofía defendida...

Abstract que nada Abstrae:

Lo primero que hay que entender es que Filosofía no es el nombre de una 'disciplina' del mismo modo en que lo son las 'matemáticas' la 'lógica', la 'mecánica'. Se me podría entonces objetar que si bien la 'mecánica' es el nombre de una 'disciplina', quién la estudia es el 'físico'. Y la carrera en la Facultad de Ciencias se llama Física, no óptica, mecánica o termondinámica, y que todas estas 'subdisciplinas' comparten en común el método. ¿Los filósofos tenemos un método? ¿que tienen en común las disciplinas que estudiamos para que, bajo un mismo método y un mismo título universitario sean ellas comprendidas? Poseemos la argumentación y el análisis como únicas herramientas. Nuestro objeto, al igual que el físico, es la realidad. Nuestro 'punto de vista' sobre ella es el de la Metafísica. Pero ¿no hay disciplina más desprestigiada que ésa? ¿no los mismos filósofos han luchado contra ella, al menos la primer mitad del siglo XX? ¿Sería entonces necesario estudiar la ética bajo un punto de vista metafísico? o ¿qué queremos decir cuando hablamos de Filosofía de la Ciencia, Filosofía del Lenguaje o Filosofía de la Mente?
El gran problema que enfrenta el Filósofo al explicar a qué se dedica (y al tratar de justificar el por qué merece que el estado lo financie, igual que lo hace con la Física, la Sociología o la Lingüística) es que los linderos disciplinares que definen el campo de estudio del Licenciado, Maestro o Doctor en Filosofía son mucho menos definidos que en el caso de las demás disciplinas científicas (tanto Naturales como Sociales). De todas ellas se puede hacer 'Filosofía'. Ello suscita la pregunta ¿tiene el filósofo un objeto de estudio propio y una metodología que lo defina? o al revés ¿hay una metodología propia del filósofo que esté determinada por su propio objeto de estudio? El problema de los linderos de la Filosofía radica en ambas preguntas, sea como sea que se planteen.
Defiendo aquí que el Filósofo posee un objeto de estudio y que éste es la realidad. Que eso mismo ha vuelto históricamente contingente el asunto de los linderos y el método. Ello porque el desarrollo histórico de las diferentes disciplinas científicas pareciera otorgarles autonomía de la Filosofía a cambio de postular límites definidos a partir de los cuales construirse a sí mismas. De tal modo que el Físico, por ejemplo, renuncia a estudiar la naturaleza del tiempo y el espacio, o el Biólogo renuncia a investigar qué es la vida. Y que la vuelta hacia la filosofía de todas esas disciplinas es el intento por volver sobre sus propios axiomas y someterlos a la investigación.
Esta investigación es la Metafísica. Y aquellas disciplinas que aún no salen del ámbito de estudio del Filósofo Profesional son aquellas que todavía dependen profundamente de los viejos métodos de la Metafísica: la ética/política, el lenguaje y la naturaleza del conocimiento. Y el problema del método en filosofía es justamente que éste está siempre bajo el escrutinio de aquella.


Texto

Boecio, en la celda esperando el momento de la ejecución, se conduele de su mala suerte. Entonces una bella mujer se presenta frente a él. Pretende consolarlo. Ella es la Filosofía. Primero lo hace cantar para liberar del dolor a su alma y después viene a ayudarle a contestar preguntas difíciles que lo hacen sufrir.

El resultado son las Consolaciones, una de las joyas filosóficas y literarias más extraordinarias de todos los tiempos. Ahí Boecio hace alarde de sus dotes de poeta clásico y de metafísico. Plantea y presenta una solución brillante a la cuestión de determinismo metafísico y la libertad de la voluntad humana. Todo ese esfuerzo, tal y como lo presente Boecio, es terapéutico: recuperar la paz del espíritu preparándolo para una buena muerte.

¿Para eso sirve la filosofía? ¿Para devolvernos la paz espiritual? Y ¿por qué para ello Boecio tuvo que poner a trabajar todo un complejo aparato lógico y metafísico? Es árduo el trabajo filosófico, ya se quejaría Aurelio Agustín.

A Agustín los problemas de este mundo lo alejaron progresivamente de las disquisiciones metafísicas. Y ello porque en cuanto regresó a África tuvo que hacer frente a una miriada de problemas de órden práctico. Como obispo tuvo que enfrentar desde pequeños conflictos domésticos hasta las grandes disputas entre diversos grupos de cristianos africanos que sostuvieron violentas y amargas guerras entre sí. Y para ello se sirvió de las armas aprendidas en su andar filosófico. De la pluma se sirvió para enfrentar a Arrianos y Maniqueos, enemigos doctrinales, y finalmente a los Donatistas, enemigos politicos.

¿Para eso sirve la filosofía? ¿para poner paz entre las naciones y entre los hombres? ¿Para ello fue menester toda aquella ardua preparación filosófica iniciada con preguntas sobre la naturaleza del alma y el tiempo?

¿Para qué sirve la filosofía? Si uno comienza su carrera filosófica con el célebre libro Alfa de la Metafísica de Aristóteles, tendría que contestar que no sirve para nada. Y la respuesta es fácil: dice el Estagirita que la filosofía no sirve para mejorar nuestra vida práctica como lo harían las ingenierías (bueno, él dice las ciencias como la arquitectura o la agronomía), ni tampoco nos dan placer como el teatro o la música, sino que ella fue buscada por los hombres cuando ya todos esos problemas se encontraban resueltos. Y entonces decía mi mamá –cuando yo le decía que me iba a cambiar a Ingeniería en Telecomunicaciones porque me iba a morir de hambre–: la filosofía no sirve para nada porque no es sirvienta de nadie. Ella es fin de sí misma y se le busca por ella misma.

Bueno, desde entonces y hasta hace poco tiempo esa siempre me ha parecido una visión ingenua de la filosofía. No es suficiente para justificar que el estado invierta en ella, que los impuestos del panadero, de médico y del músico vayan a parar no a más gasas y jeringas en el IMSS sino a la las bibliotecas universitarias. ¿Por qué la vocación de unos pocos, preocupados por el buen morir –como Boecio– debe ser sostenida por toda una sociedad? ¿qué gana ella?

La respuesta la da, paradójicamente, el mismo Aristóteles. Él inventa el mito de que Tales de Mileto es el padre de la Filosofía. Y la mitad de la respuesta reposa en ese mito.
Se cuenta que la sirvienta de Tales se burlaba de él porque, por andar viendo hacia las estrellas no vio el agujero que estaba frente a él y se cayó. Entonces, para demostrar que aquella burla carecía de fundamento, Tales decidió utilizar sus conocimientos astronómicos. Mediante la observación del cielo pudo predecir que ese año la cosecha de aceituna sería enorme; de tal modo que ese invierno compró todos de campos de oliva cuando ésta estaba a bajo precio; lo cual fue fácil pues nadie ofrecía más que él. Y tal como él lo predijo, la cosecha fue enorme y, siendo él quien monopolizara todos los campos, la cantidad de dinero que se agenció fue enorme, pues quien quería aceite necesitó arrendarle los campos para cosechar y moler aceitunas. Y termina Aristóteles la anécdota remarcando dos hechos: que Tales lo hizo comprendiendo la dinámica no sólo del cielo sino de los monopolios, y que lo hizo para demostrar que si el filósofo no es rico, no es por incapacidad, sino porque su fin no es ése.

Pero en estos tiempos se podría argüir que tales poderes se encuentran en la Física, la Química y la Biología, y ese tipo de ciencias "puras". De ellas dependen todas las ingenierías y, por ello, el poder que el conocimiento nos otorga. ¿Ahora a qué se dedica el Filósofo?
Antes de responder tan dificultosa cuestión, vale la pena irnos un poco hacia atrás y preguntarle a Aristóteles ¿cuál es entonces el fin del filósofo, si no es usar el conocimiento para transformar y aprovechar la realidad? En ese mismo Alfa de la Metafísica nos dice Aristóteles que todo hombre por naturaleza desea saber. Pero para ello debemos tener el estómago lleno y el alma contenta –pues no sólo de pan vive el hombre ¡sino también de alegrías!

El hombre quiere saber cómo es el mundo, para qué estamos aquí –si acaso estamos para algo– y por qué las cosas funcionan como son. Sobre todo lo último. Quizás sería más justo contestar que el hombre es ingeniero por naturaleza y que quizás ve el mundo como la maquinaria por excelencia, la más compleja de todos, donde él es una pieza y quiere saber cuál y cómo opera ahí. Se pregunta por su papel en el cosmos, en la naturaleza, en la sociedad, etc.
Saber qué es lo justo y lo injusto es saber cuáles son los principios básicos del universo humano, y ello es saber cuáles son las reglas de comportamiento de cada uno de nosotros como piezas de la maquinaria. ¿Qué tal si ocurriera que todas nuestras preguntas morales y éticas en realidad son una manera ingenieril de preguntarnos por la naturaleza de la maquinaria social? Y si acaso la respuesta fuera que no existe tal maquinaria social llamada moral, y que nada es bueno ni malo per se, entonces la siguiente pregunta es ¿cómo funciona nuestra cabeza que nos obliga a hacernos esas preguntas y a buscarles respuesta?

El hombre, ingeniero por naturaleza, quiere comprender cómo funciona la maquinaria del cosmos. Y se analiza así mismo y a su entorno para obtener respuestas; ya sea para admirar a aquella maquinaria, ya sea para imitarla, ya sea –lo más importante– para transformarla.

¿Me compran mi hipótesis? Si es así su corolario más importante es que "el saber por el saber" no es otra cosa sino el impulso primario transformador del hombre. Su innata curiosidad (el asombro que algunos profesores de la Facultad enarbolan como la madre de la filosofía –y asesina de gatos pues ¿a quién mata la curiosidad) es la que impide al hombre estarse quieto cuando ya tiene resueltas las necesidades básicas, y lo hacen ir a meterse en lo que no le importa.

Bueno, pero dejamos una pregunta pendiente ¿Por qué Filosofía y no Astronomía, la Biología, o Economía? ¿no fue la suma más bien de estas tres disciplinas las que llenaron los bolsillos de Tales y con las cuales les calló la boca a los que de "nosotros" se burlaron? Y entonces surge la espinosa y puntiaguda pregunta ¿qué es la Filosofía?
Volvamos al requetementado Estagirita. Pues resulta que el conocimiento –lo que en realidad buscamos 'por naturaleza' y según nuestro impulso ingenieril– tiene "parcelas", ámbitos distintos, que estudian quizás al mismo objeto pero visto desde puntos de vista diferentes. Y entonces la aceituna puede estudiarse como cuerpo que cae hacia la tierra o que, al ser proyectado, describe una trayectoria parabólica, y a eso se dedica la mecánica. O puede ser estudiada como el fruto de la oliva y según sus funciones ecológicas, y entonces la vemos desde el punto de vista de la Biología y la botánica. O según la función económica que cumple al ser exprimida y llenar de aceite las lámparas de Aurelio Agustín mientras pasa la noche devanándose los sesos al preguntase sobre el tiempo.

Todas éstas son piezas distintas de la realidad y cada una posee su propio funcionamiento. Pero en algún punto se han de poder unir ¿no? pues ¿acaso no describen lo mismo? ¿la realidad? ¿Y acaso ésta sólo tiene su unión en la mirada del que las estudia? ¿No son todas, en algún grado, piezas de una maquinaria más grande? ¿la máquina que explicaría eso que investigamos; la realidad? Bueno, pues aquella pieza capaz de organizarlas a todas es lo que Aristóteles llamó Filosofía Primera y que nosotros, por una serie contingente de hechos filológicos, llamamos Metafísica.

En la Ilustración –y quizás un poco antes o después– quedó claro que aquella maquinaria era demasiado compleja como para tratar de armarla antes de encontrar pieza por pieza. Así que, una vez que cada una de aquellas disciplinas pusieron entre paréntesis a la "metafísica" despegaron y se fortalecieron tremendamente. La primera de todas, la Física... luego la Química. Luego la Biología. Luego, de pronto, todas comenzaron a atarse a partir de la Física... pero ¿y la Metafísica? ¿dónde quedó? Kant, en 1787 trató de hacer despegar a la Metafísica del mismo modo en que Newton lo había hecho con la Física –seamos humildes: con la mecánica–
Bueno, la historia es conocida: la mecánica no sólo despegó, sino que poco a poco las demás disciplinas de la física fueron encontrando su lugar e independencia, y se subieron al que Kant llamó "el camino seguro de la ciencia". Pero a la Metafísica le ha ido muy mal. Peor le ha ido con la rama "humana": la ética, la política, la psicología. Aquellas tres hijas que creía tener siempre bajo su dominio parece que comenzaron a independizarse también ¿no? pues apareció la Economía, la Sociología, e incluso términos como Moral y Ética parecieron volverse relativos y subjetivos. Y el último golpe advino cuando la psicología comenzó a hacer migas con la fisiología y la estadística.

La Metafísica, como Hécuba, quedó humillada después de haber sido la Reina de todas las ciencias (dijo Kant en 1781 y sus palabras quedan reafirmadas en este siglo XXI). Y puesto que cada una de las parcelas de la realidad parecen haberse independizado de la maquinaria mayor, ¿qué papel le queda entonces al Filósofo? Sí, ése que ya no es ni Físico, ni Politólogo, ni Psicólogo? ¿A qué se dedica la Filosofía si su única disciplina, la Metafísica, parece ahora tan 'inútil' para satisfacer la primaria necesidad de conocimiento y transformación en el hombre?

Pero con todo, aún hay Facultades y Universidades donde se enseña la Filosofía. Y en cada una de ellas hay una división de Metafísica. ¿Qué se enseña ahí? ¿por qué en algunos países parte del presupuesto nacional termina en los bolsillos de metafísicos y en pizarrones para que den clase?

El Filósofo posee muy pocas herramientas ahora: la argumentación y la capacidad de análisis. Tiene en su poder todavía una parcela de la realidad que se niega a ser analizada por otras parcelas –aunque no del todo, pues ahí está la lingüística–: el lenguaje. Y es que el lenguaje es aquello que une y que es común a todo ámbito de la realidad en cuanto estudiado por el hombre. Es la herramienta por excelencia. Para comprender la realidad y para transformarla.

Así que cuando al Físico le da saudade por la Metafísica, es decir, por lograr unir su disciplina y su propia parcela con toda la realidad, comienza por regresar al estudio del lenguaje y los discursos sobre y bajo los cuales se ha sido construida la física. Lo mismo ocurre cuando pone bajo tela de juicio el mágico poder de las matemáticas ¿qué son? ¿por qué funcionan para operar la realidad? ¿son sólo un lenguaje o poseen algo más de realidad? Y ahí lo tienen haciendo filosofía de la Ciencia y de las Matemáticas... y metafísica. Y el psicólogo ¿cómo une el poder transformador del lenguaje con la conciencia y la materia gris del cerebro? Y ahí están, todos, echando de nuevo pequeños anzuelos al terreno de la metafísica, tratando den encontrar el cómo su parcela del mundo conecta con la maquinaria entera del mundo.

¿Y cuál es el sentido de la vida? ¿hay justicia e injusticia detrás de los movimientos políticos y económicos del mundo meramente humano? Si no hay manera de justificar la esclavitud ¿se puede justificar el usar a otras criaturas no humanas como medio para nuestra subsistencia? Y ¿en realidad puede hacerse anatema de la esclavitud? ¿los hombres tenemos derechos inalienables? ¿y en qué fundamento reposa esa certeza con la que nos educaron? ¿nos duele la injusticia porque es algo 'malo' de por sí, o porque así nos acostumbraron?

Todas esas preguntas tienen que hacerse también, pues de ellas depende saber cómo ha de funcionar la maquinaria de la cual, como individuos y hombres, somos piezas. Y si la respuesta fuera simplemente que esa maquinaria carece de fundamentos, y que por naturaleza el hombre es lobo del hombre, habrá que asumirla totalmente para entonces averiguar cómo evitar ser tragados por tal jauría –si acaso nuestro impulso es sobrevivirla.

¿Qué es la Filosofía? El amor por la sabiduría. Y Aristóteles no hizo mal al parar ahí la pregunta: los hombres por naturaleza la deseamos, así estamos hechos y preguntar más allá no tiene sentido: así somos y ya (por más paradójico que esto resulte). Mi interpretación de la sentencia aristotélica es que, en realidad, los hombres somos ingenieros por naturaleza, y que el modo más eficiente para desarrollar esa naturaleza es la Filosofía. Y quienes estudiamos una carrera llamada "Filosofía" (y a los que nos dan una cédula que hay que pedirle a la SEP) lo que hacemos es tratar, todavía, de unir todas las parcelas del conocimiento, o de menos, seguir construyendo herramientas y más herramientas para ello.

No en balde, el mayor filósofo del siglo XX fue ingeniero.

10 septiembre 2011

Recuento semanal.

Bueno, ¿qué les cuento hoy?

1.- Del simiplagio. Cada vez me convenzo más de que aquello fue un malentendido –con un poco de mala leche, por cierto. Lo más fácil hubiera sido hablar abiertamente las cosas. Pero ella (ahora sí, aquella) no quiere hacerlo. No diré nada más... por ahora la investigación continúa (aunque me da la impresión de que he recibido una ayudadita).

2.- De Modrak. Bueno. Es un texto difícil de leer porque es ligeramente aburrido. Uno de sus propósitos es "traductivo": ¿cómo entender, en términos contemporáneos la "filosofía de la mente aristotélica"?. Obviamente el libro entra directamente a la discusión de si Aristóteles es Funcionalista o no. Y por ahí hay una cita de Ackrill sobre la verdadera naturaleza del hilemorfismo en Aristóteles y cómo es difícil aplicarlo a su propia psicología (¡!). El lunes lo leeremos a ver qué. Pero ¿eso en qué interesa a mi albertista tesis? De nuevo, no diré más. Solamente que Alberto es un buen intérprete de Aristóteles.

3.- De la bateada. Bueno, así hemos de interpretar el silencio. Aunque no estuvo del todo mal, de menos gané un amigo inteligente para quién la Metafísica es condición necesaria de la Física. Y también me devolvió mucha de mi perdida autoestima. Y me permitió tomar una decisión: esas chanclas viejas no las vuelvo a recoger. Las segundas partes nunca fueron buenas (a menos que estemos hablando de La guerra de las galaxias o de Terminator, pero definitivamente no es el caso). Y si ni siquiera considero una segunda parte (con ninguna de ambas viejas chanclas), mucho menos casualidades.

Sin más por el momento, esponja que sigue disfrutando de su retiro de Viernes. No se enojen si no pela este fin de semana.

08 septiembre 2011

Narciso I

Hoy sí es jueves e higuito hablará.

Hay un capítulo del Dr. House dónde éste cambia el Vicodín por Metadona. Sus amigos están preocupados por su salud. Él está feliz porque el dolor de la pierna lo ha abandonado absolutamente. Pero está drogado y toma malas decisiones. El pacientillo de indias por poquito se le muere. House se da cuenta de que perderá lo único que ama de sí: su genio. Deja la Metadona y "renuncia" a la posibilidad de ser "feliz" (según las palabras de la ojiverde que no me acuerdo cómo se llama).

Los que nos odiamos lo hacemos en función de aquello que más amamos: nuestro juez.

Odiamos mucho de lo que somos, si no todo. Pero tenemos algo de nosotros que amamos. Algo en lo que depositamos toda la estima que nos tenemos a nosotros mismos. Y lo que ahora voy a hacer no es echar un rollo de superación personal de cómo vencer a tan terrible dragón (total, eso que lo hagan los higoanalistas profesionales), sino a tratar de esclarecer cuáles son los colores particulares de mi dragón, el cuál compartimos algunos que estudiamos en una Escuela Activa... ¡así! ¡así de dura está la cuestión!

****

Los narcisos funcionamos más o menos así: toda nuestra estima cae sobre una sola cualidad de nuestra persona. ¿Cuál es la razón? No soy higoanalista y mis conocimientos teóricos sobre el asunto dependen en mucho de la Wikipedia, pero trataré de aventurar una hipótesis.

Por alguna razón el amor de otros es algo que nos tenemos que 'ganar'. Estamos siempre en permanente riesgo. En mi muy autobiográfico caso, creo que el asunto tuvo que ver con el bullying que sufrí durante 5 años en la Escuela Activa. Yo no era la única que lo sufría, pero a mi jamás me quedó claro por qué me pasaba a mi. Veía a mi amiga G. que era gorda y yo atribuía el bullying que sufría a esa razón. Pero ¿yo? ¿qué había en mi?
No entendía que era lo malo que había en mi. Pero pronto entendí qué era lo único bueno que yo tenía: imaginación. No, no era buena estudiante (o digamos, no era de los brillantes de puros 10). Eso fue afortunado porque estudiar es algo que desde entonces me gustaba y, digamos aristotélicamente, ello permaneció como un fin en sí mismo, y no como un medio de reconocimiento: luego, es algo que hago por puro placer.
No tenía ninguna otra virtud, sino la siguiente: cuando escribía un cuento era 'casi' siempre el mejor (y el primer gran golpe a mi autoestima vino cuando Daniela H. ganó el concurso de cuento con su cuento de los manatíes... y mi cuento del señor basuroso quedó, ante mis mismos ojos, como algo ridículo, comparado con su cuento que, reconocí, era casi poético).
Cuando hacía un dibujo, incluso mis más acérrimos enemigos se veían obligados a reconocer que era bueno. Obligados tanto por la 'obra' como por el maestro.
Y he aquí el secreto: la Escuela Activa por sobre todas las cosas protegía la 'individualidad' del alumno. Lean la obra de Celestin Freinet, el libro sobre la Escuela Activa que escribió Enrique (que no me acuerdo como se apellida, pero es el esposo de Violeta Selem, la directora entonces y ahora de la Activa de Iztapalapa): la competencia puede crear niños altamente competitivos, pero no felices. De lo que se trataba era de que el niño explotara su propio modo de ser para sí mismo. Que no tuviera que competir con nadie sino superarse a sí mismo... obviamente un modo de alentar ese amor propio y creativo es reconociendo la imaginación infantil: aquello que tiene el niño en todo su esplendor.

Pero aquello resulta ser un arma de doble filo cuando el niño es vapuleado por todas partes y el único refugio que encuentra es, justamente, su imaginación.

Imaginación es un término absolutamente ambiguo. En realidad lo que denotaba en mi ser infantil era cierta capacidad para crear cuentos y hacer dibujos. Y ahí recibía algo que me hacía invulnerable a los otros: el reconocimiento del profesor y, a veces, de todos los demás....

Aquella capacidad entonces se vio revestida de toda la ideología de la Escuela Activa revuelta con la idea de 'santidad' y 'genialidad' que tanto enarboló mi familia materna. El mundo se dividía entre los que poseían el 'don' y quienes poseían la 'voluntad'. Pronto fui conducida hacia los poseedores del 'don'. Y el nombre de aquél don fue 'imaginación'.

Y el resultado fue simple y totalmente contrario al espíritu que la Escuela Activa quería dejar en mi: lo único que justificaba mi existencia en este planeta era poseer un don –caprichoso por cierto, fuera de mi control absolutamente– y si lo perdiese, no habría razón alguna para seguir existiendo. Era mi salvoconducto para permanecer en la vida.

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Entrar a la secundaria, donde sacar buenas notas lo hacía sin que me preocupara y sin esfuerzo alguno –y donde maestros y compañeros me querían gratuitamente– fue muy salutífero. Y aquél dragón se fue a dormir la noche de los justos. Las buenas calificaciones no eran "ganadas" ni por algún don precioso ni por un esfuerzo encomiable: venía de una primaria privada con buen nivel académico y me encontraba estudiando en una Secundaria Federal quasi Rural (su nombre era Escuela Secundaria Urbana Federa, porque hacía dos o tres años que había cambiado de categoría). Mis compañeros eran, en su mayoría, hijos de albañiles, obreros, taxistas, etc. (Y hasta hace muy poco, después de la famosa prueba ENLACE entendí que en provincia la educación pública tiene un mucho mayor nivel que en el DF. ¿Por qué? saaaabe (o sepa, como se dice acá en el DF).
El caso es que sacar 10 no era algo que me enorgulleciera. Y de todos modos no necesitaba razón alguna para buscar "enorgullecimiento": me hice de amigos inmediatamente, quienes nada pedían a cambio, y a quienes no tenía que impresionar. Así de fácil. Fui muy feliz.

El dragón reapareció años después. Su antecedente tiene que ver con el concurso de matemáticas de la secundaria. Sí, les contaré la historia porque hoy es Jueves de Higuito. Se aguantan.

Mi mejor amiga, Georgina, tenía siempre un mayor promedio que yo. Mi otra gran amiga, Sandra Marisol –a quien siempre le reconocí mayor inteligencia que la mía– también. Fue a ellas que el profesor de matemáticas invitó a inscribirse al concurso y les dio clases especiales. Yo me quise meter... total... a ver qué pasaba. Y le conté a mi mamá y ella me compró –ya no recuerdo si se lo pedí o fue por iniciativa propia– el Afonsi, un libro de álgebra que, luego, resultó que fue el que me pidieron en preparatoria.
Y ahí me tienen, estúdielo y estúdielo. Y presenté el examen del concurso. (Para ese entonces ya había representado a la Secundaria en el concurso de zona de Declamación y de Lectura de Auditorio. Perdí en amabas ocasiones el concurso de zona y pos ni modo... je... sí, me dolió el orgullito. Pero bueno, no estaba destinada a ser declamadora profesional... chale, ya no me acordaba de eso).

Total que cuando fuimos a buscar los resultados, jamás lo olvidaré, Georgina comenzó a buscarse de arriba a abajo y yo me busqué de abajo a arriba. ¡Cuál sería nuestra sorpresa cuando yo la encontré a ella y ella a mi!. No, no gané el concurso, quedé en cuarto lugar. Y ella en el 30 de 34. Sí, conflicto amistoso... sí... también acababa de descubrir que no era tan pendeja en matemáticas como yo creía, sobre todo porque yo lo había hecho solita junto con el Alfonsi (o Afonsi, ya no me acuerdo).

Ello fue el germen del nacimiento del segundo dragón...

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Mi abuelita nos etiquetaba de buena voluntad. Yo era buena para dibujar –cosa totalmente falsa– y mi mamá y ella buenas para las matemáticas. Pero ¡oh sorpresa! resultó que yo no era mala para las matemáticas. Resultado: en la prepa quise ser física... cof, cof... como mis papás.
Y en particular yo quería ser astrónoma por culpa de Carl Sagan.
Pero jamás pude sacar MB en matemáticas. Y jamás me atreví a entrar al concurso. Y ante tal resultado no me atreví a inscribirme a Física.

¿Qué era lo más parecido a la Física, disciplina investigadora del fundamento de todas las cosas?

La Filosofía

(y ya les he contado hasta la saciedad que fue la M.A.L.A. (María Antonienta Leal Alcántara) la que me llevó por los oscuros caminos de la filosofía. Yo, en clase de física, le preguntaba que qué había más allá del universo. Es decir, más allá de los linderos del espacio producido por el Big Bang –entonces yo devoré toda la literatura de divulgación que había– y ella contestó que esos eran asuntos de la filosofía... (y bueno, sí... quizás entonces Helber tiene razón, jajaja).

Pero bueno, ya ni les cuento lo mal que me fue en la carrera. Entonces debí cambiarme de plan de estudios (al nuevo), tomar clases con los 'analíticos' (que abandonaron muuuuy gachamente a mi generación)... entonces hubiera sido muy feliz. Pero no...

Total que... ¿a qué viene esta autobiografía?


Ya no sé. Ya perdí el hilo.

Saltémonos muchos años y contemos mi problema actual (dice el higo enfermo).

En la maestría, por primera vez en casi 15 años, el genio-don-dragón resurgió de sus cenizas. Y entonces 'brillé' en la maestría. Yo, que ya me consideraba poca cosa y que por eso era muy feliz: hacía las cosas por placer y no creía tener que brillar en nada para ganar un salvoconducto para mi existencia. Pero renació el dragón y, ahí sí, para que vean, en el ambiente académico uno requiere de salvoconductos.

Me hice una pequeña fama, muy pequeña, pero suficiente como para volver a enamorarme del Dragón. Sin embargo, este último año me arrebató a mi hermoso y polícromo dragón: la depresión hizo mella hasta en mi capacidad para hacer post's poéticos, cartas enamoradas a Valerio, poemas al Lobito (¿lo recuerdan? en aquél entonces ese era el sobrenombre, acá, del Asesor), cosas poéticas en FB... y brillar, aunque sea un poco, en mis clases con el Demiurgo y el Lobito.

Y... y ¿ahora? ¿cómo justificar mi existencia, ahora que le pediré a mi compañero de generación de licenciatura, ahora investigador del IIFs que sea mi sinodal en el examen de maestría?
Ahora pierdo no sólo la habilidad filosófica –actividad que requiere de harta creatividad e imaginación– sino la habilidad poética. Y ¿ahora? ¿qué justificación tengo para existir?

Tengo 32 años –la edad de cristo, dice Miriam–, voy "retrasada" en la "escuela", en la "vida" (pues no creo conseguir novio-marido-hijos-etcétera a estas alturas) (y la verdad no es que se me antoje tener pareja ahora: la golpeada es la autoestima, no la soledad). Y si pierdo, o más bien, si no puedo recuperar aquello ¿qué será de mi?

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Viene el Asesor. Llena mis oídos de 'Lovainas' y 'Torontos'. Pienso entonces "alguien todavía cree en mi". Y luego me angustio: pero creen en la Esponjita famosa de hace tres años, ¿y si esa ya no existe?

Le dije el martes al higoanalista que me siento como Felipito que, en clase, decía "tengo que poner atención, tengo que poner atención, tengo que..." y de pronto dice la maestra "¿entendieron?" y todos contestan "¡¡sí!!" y él se perdió la clase.
Entonces tengo la esperanza de que sea eso, que mi atención está perdida, vuelta loca tratando de funcionar y nomás equivoca el paso.

Pero en el fondo quiero matar al Dragón. Porque hacer lo que hago sólo lo disfruto si el Dragón polícromo no está haciendo escándalo.

Y por eso le paramos aquí, que tengo una tesis que terminar...

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PD: hablando de terminar la tesis.
El Asesor, además de buen Asesor es buen amigo. Y quizás por eso con él las cosas han funcionado con él: porque sé que su amistad no está condicionada a la tesis, ni la tesis a su amistad. Él es afectuoso per se. Y entonces la tesis se vuelve fin para mi grado académico, no para tener la amistad de alguien tan entrañable como él.
Esa saludable actitud que siempre ha tenido él explica mucho de por qué trabajo tan a gusto con él. Eso, y cierto papel de mentor medio paternal que tiene. Porque entonces llego sin el capítulo y él no se enoja (aunque luego María Elena y yo bromeamos que su no-enojo es más bien del tipo de frase lapidaria materna: "no me pidas disculpas a mi, pídetelas a tí". Obviamente jamás habla así ni dice esas cosas. Se 'muestran' simplemente –o aquí los espejos autoproyectiles juegan un papel importante).